domingo, 20 de enero de 2013

El peligro de una sola historia: “el sur” en los medios de comunicación. El estereotipo



La necesidad de abordarlo todo del hombre, de querer saber más allá de sus límites (espacio-temporales) lleva muchas veces a la simplificación, reducción de una realidad a unas pocas ideas. En el apartado racil y/o cultural, este hecho se expresa a través del estereotipo. Un estereotipo es una representación repetida frecuentemente que convierte algo complejo en algo simple. Se escogen aspectos y rasgos generales de las comunidades para reducirlas a una serie de características. Pero este proceso de selección y categorización deja a un lado otros muchos matices, por lo que presenta una realidad que no se adecúa totalmente a lo que se expone, recorta y modifica esa realidad según una serie de filtros o prejuicios culturales. Es algo necesario pero a la vez tremendamente excluyente. Necesario en la medida que es imposible conocer todas las culturas asentadas en el mundo en profundidad, pero simplificar y generalizar lleva implícito la violencia simbólica, sobre todo en el apartado político-económico de la comunicación, la forma de violencia que se ejerce con la aceptación tácita de quien la padece.

Por otra parte, los estereotipos resultan eficaces, es decir, tienen éxito porque son sencillas, premisas recordables que aceptamos y asimilamos sin esfuerzo. Tan diarios, tan cotidianos como su aparición en chistes, bromas o demás frases hechas que la generalidad de la sociedad vocifera sin preocupación evidente sobre lo que enuncia. “Mujeres débiles, gallegos –españoles- brutos, judíos tacaños, inmigrantes ilegales, negros atorrantes, bailarines homosexuales, gitanos ladrones, gordas feas, son algunos ejemplos de categorías creadas desde el prejuicio, que al repetirse de manera constante se naturaliza”, expone certeramente Cora Edith Gamarnik (docente de la Universidad de Buenos Aires, Argentina) en su obra ‘Estereotipos sociales y medios de comunicación: un círculo vicioso’.

Los medios de comunicación juegan en este campo un papel fundamental aunque, su cercanía al poder y la influencia que la clase dirigente ejerce sobre ellos, no hace más que agravar la situación. En numerosos casos los estereotipos no se adecúan, de ninguna manera, a la realidad que quiere mostrar debido a que no hay un conocimiento real previo. Por ello, los medios son los mediadores absolutos y las fuentes esenciales de información para el conocimiento de los otros o de lo otro –aquello que se nos presenta como salvaje, extraño y peligroso-. Pero no creamos que sólo se deforma lo que viene de fuera, para nada. Los medios son amplificadores de, por ejemplo, modelos de belleza o éxito, que lanzan continuamente a la sociedad. Mujeres delgadas y hombres musculados son cánones que rigen al ser humano hoy en día.

Volviendo a la imagen que se nos presenta del exterior, es fácil ponerse a pensar en aquellos ejemplos más repetidos por los medios: mujeres árabes ataviadas con el burka sumisas a unos cónyuges caciques, gente del continente africano que huyen se los Señores de la Guerra embarcándose en la misión suicida de cruzar el estrecho buscando una mejor vida, personas de la comunidad asiática (de China sobre todo) que consume alimentos inimaginables en occidente, mejicanos que engrosan los cártel y mueren tiroteados en las calles del Distrito Federal… En contraste, pocas situaciones cotidianas, de vida regular, se pueden visualizar de otras culturas fuera del toque de la varita estereotipante. Quizá el ejemplo más banal pero a la vez más representativo sean las series de televisión. Aquí, los estereotipos, tienen un papel fundamental para la fácil y rápida identificación de los personajes.

Para desenmascarar estos estereotipos, la educación juega un papel vital. “Conocer y analizar en las escuelas el funcionamiento de los estereotipos, ayudaría a formar ciudadanos más alertas”, con mayor conciencia para separar la simplificación de la realidad compleja. Como bien expone la profesora Cora Edith Gamarnik, es posible revertir estas tipificaciones, aunque no sin dificultad. El ejemplo más claro son los colectivos homosexuales: de manera gradual han ido cambiando su percepción como un grupo dañino y amenazante de la familia tradicional a una pluralidad de personas respetadas en sus inclinaciones sexuales.
En conclusión, sólo conocemos la visión que de los medios político-económicos, vendidos al poder, nos ofrecen, por lo que es una realidad modelada, modificada, irreal, superficial, simplificada. No es un reflejo libre de la realidad que se nos muestra, está condicionado por los valores mezquinos e intereses deleznables de aquellos que propugnan la libertad e igualdad pero estereotipan las demás culturas y razas en escalafones inferiores. Por esta razón, no cabe quedarse en lo superficial del mensaje, sino penetrar y profundizar más allá de la generalidad, alejando los fantasmas del americano armado, el árabe jeque o el español flamenco y torero. Es materia que debe tratarse de manera adecuada en os medios como actores mediadores de la sociedad y, formativamente, desde la raíz, desde el inicio del desarrollo de la persona: la educación.

Fuentes propia y la obra ‘Estereotipos sociales y medios de comunicación: un círculo vicioso’ (http://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/question/article/view/826/727)

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